viernes, 29 de junio de 2012

Arnold Hauser (Estética)


Biografía

Arnold Hauser nació en Hungría en 1892, estudió en Budapest, en Berlín y en 1938 se trasladó a Londres, convirtiéndose en súbdito británico en 1948. Muere en Budapest en 1978. Su obra más famosa es "Historia social de la literatura y del arte", publicada en 1951.
A los veinte años (1912), Hauser fue nombrado profesor de la Universidad de Budapest, alcanzando gran prestigio por su estrecha amistad con el teórico marxista Georg Lukács, fundador e impulsor del grupo de intelectuales denominado el «Círculo dominical», y también de una especie de «Universidad Libre» conocida con el nombre de «Escuela Libre de las Ciencias del Espíritu». Con Hauser y Lukács al frente de los citados sectores intelectuales húngaros, figuran Karl Mannheim, el filósofo Béla Fogarasi y los marxistas teóricos Erin Szabo (sindicalista), Frederick Antal (historiador del Arte) y Lajos Fülep (historiador de la literatura). Los maestros doctrinales de estos grupos eran, junto al magisterio indiscutible de Marx, algunos pensadores y sociólogos, como el ya citado Mannheim, Max Weber y Sombart, entre otros.
Hauser, investigador de lenta andadura, publica su primera obra a los 59 años (Historia Social de la Literatura y el Arte), posteriormente elabora sólo muy limitadas variaciones sobre el mismo tema: Filosofía de la historia del Arte (aparecida más tarde con el título de «Métodos modernos»), 1964; Arte y Sociedad, 1973, y Sociología del Arte, 1974.

La asociación de críticos alemanes le concedió el premio literario 1953-1954 a este libro, que postula una perspectiva sociológica de la historia de la cultura y que comprende en su análisis desde el paleolítico hasta Picasso.

Consideraciones sobre el arte

La gran tesis de Hauser reside en considerar el arte y la literatura como un producto social de progreso siempre inadvertido, pero condicionado por el ambiente y por una complicada combinación de premisas económicas y sociales. Hauser propone que debe estudiarse el arte y la literatura en relación con los demás aspectos de la sociedad en que vive el artista: religión, economía, política, etc.

La obra Historia Social de la Literatura y el Arte, sintetiza la interpretación histórica en torno a los significados sociales de las artes creativas, abarca en sus tres volúmenes el período de tiempo comprendido entre las expresiones pictóricas del Paleolítico y la primera mitad del actual siglo XX. El autor considera los dos conceptos unidos, de modo que no tendrían sentido el uno sin el otro. Así lo dice de modo inequívoco: «Esencialmente no hay diferencia alguna entre historia y sociología; son la misma cosa»[1]. En el libro, explica cuál era la mentalidad, propósitos y contexto socio-cultural de los artistas que, en las distintas épocas históricas dejaron en sus obras, no expresiones individuales de su concepción artística, sino el fiel reflejo de la sociedad en que habitaron.

En la tesis Hauser ofrece los siguientes temas: Vol. I: Prehistoria (Paleolítico y Neolítico); Culturas Orientales; Grecia y Roma; Edad Media y Renacimiento. Vol. II: (siglos XVI-XIX): comprende desde el Manierismo hasta el Neoclasicismo, pasando por el Barroco, el Rococó, el Clasicismo y el Romanticismo. El Vol. III: abarca los siglos XIX y XX, centrados de modo fundamental en el análisis de las expresiones pictóricas (el impresionismo) y literarias (naturalismo, realismo, novela social), así como de las cinematográficas, ya en el siglo XX. De acuerdo con la visión ideológica que preside la obra, Hauser dedica en este volumen III una especial atención a pensadores, psicólogos y filósofos como Nietsche, Freud y Bergson cuya aportación a las Bellas Artes resulta —por lo menos— discutible.

La obra se inicia con el estudio de las pinturas rupestres desarrolladas por el hombre paleolítico, siguiendo el curso de la historia con la época neolítica y la aparición de los primeros pueblos agrícolas que, según el autor, sustituyen a los «cazadores». De esta período, y sin mayores precisiones, salta el autor nada menos que a las grandes civilizaciones: Egipto, Mesopotamia y Creta, que preceden al llamado «Mundo clásico» representado por Grecia y Roma. La cultura grecolatina se enjuicia a través de la literatura (epopeya, lírica, teatro) la escultura y la pintura, como expresiones del «tipo» de sociedades clasistas que, en opinión del autor, responden al predominio de la burguesía terrateniente y ciudadana sobre pueblos sojuzgados por la fuerza.

El capítulo dedicado a la Edad Media se inicia con el análisis de los antecedentes que corresponden a la crisis del mundo clásico y expansión del cristianismo por las fronteras del Imperio Romano. Las sucesivas oleadas de los pueblos germánicos introducen elementos nuevos sobre la base cultural latina, atribuyendo a estos últimos, una importancia excesiva en el desarrollo posterior de los estilos Románico y Gótico.

El Renacimiento se estudia en sus rasgos definidores y en relación con las circunstancias político-sociales que lo configuran. Fiel a los propósitos ya reseñados de presentar la historia del arte en su perspectiva pretendidamente sociológica, el autor se esfuerza en relacionar a la burguesía con el «capitalismo incipiente» y la «lucha de clases» (pp. 391-392), explicando así con facilidad lo que se considera predominio de un arte elitista y antipopular. Con el Renacimiento finaliza el tomo primero.

El tomo II se inicia con el estilo Manierista, conectado de modo poco satisfactorio con el Gótico y el Barroco, tendencias a las que sirve como línea de enlace, según parece deducirse de las consideraciones hechas por el autor. La mayor parte de este capítulo, lejos de centrarse en el análisis de la pintura manierista, como parece lógico dada la importancia de esta expresión artística, va destinada al estudio de fenómenos religiosos y no artísticos de la Reforma protestante, y de la Contrarreforma llevada a cabo por la Iglesia Católica. Respecto a la literatura, y sin aclarar cuál sea su relación con el «manierismo» dentro del cual se estudia, examina con cierto detenimiento la obra de Cervantes (El Quijote) y el teatro de Shakespeare, puesto en relación con la Inglaterra Isabelina.

El estilo barroco queda estructurado en dos vertientes: el barroco protestante y el católico. Una vez más se confunde el arte con las ideas, en este caso, religiosas.
Por lo que se refiere al Rococó, aparece representado por la Monarquía Francesa, mientras el Romanticismo se distribuye —sobre todo en su expresión literaria— entre Alemania, Inglaterra y Francia. En este período de transición (siglos XVIII-XlX) aparecen destacados los movimientos filosóficos e intelectuales que configuran la «Ilustración», con especial referencia a la Revolución Francesa, Napoleón y al triunfo del racionalismo, que el autor considera una gran conquista.

El tomo III y último queda centrado en el análisis de la literatura y más concretamente en la novelística y el teatro. Junto a ésta, sólo la pintura merece atención para Hauser, y eso en la corriente «Impresionista». Ya en pleno siglo  XX, es el cine el único arte anima e impulsa la búsqueda de nuevos caminos renovadores, marcando con su influencia a las demás expresiones artísticas. Este conocimiento del arte cinematográfico, lo obtuvo durante sus años de permanencia en Viena trabajando en una compañía de cine, tema que le interesó, y sobre el que estuvo a punto de publicar un ensayo.

Hauser sólo aborda aquellos aspectos del arte conocidos por él durante sus estudios universitarios e investigaciones posteriores: pintura, literatura y, finalmente, el cinematógrafo. Respecto al ámbito geográfico, Arnold Hauser prescinde de analizar las Culturas Orientales, y más concretamente se ciñe al ámbito casi exclusivamente europeo. Quedan fuera del estudio India, China, Japón y los pueblos pre-Colombinos, cuyas aportaciones a la historia del Arte Universal no pueden ser ignoradas. La omisión responde a la necesidad de simplificar los hechos históricos de modo que se facilite una interpretación propia del materialismo histórico que sirva a los propósitos del autor, a pesar de que se declara «marxista crítico». Sobre esta actitud contestataria insiste cuando afirma servir de la mejor manera al marxismo: «—siendo como somos marxistas y socialistas— aplicando nuestra fuerza y capacidad críticas hasta al mismo marxismo».

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